"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

domingo, 26 de febrero de 2012

TRADICIÓN EUROPEA (2)


La concepción del Orden

El Orden, como esencia del universo indoeuropeo, está en el mundo y fuera del mundo. Es el origen del que surgen el kòsmos visible y el invisible. Los símbolos de uno y otro se superponen, representando los primeros, en la esfera del devenir natural, lo que en las esfera del ser no deviene sino que naturalmente es.

El mundo visible se convierte así en la alegoría trágica –en el tiempo- de lo que en realidad no es trágico, y tampoco es en el tiempo. Esto emerge en la tradición indoeuropea en el Solsticio de Invierno, en el cual la muerte aparente de la luz diurna es sólo el símbolo de la esencia imperecederamente victoriosa del sol: Natalis Soli Invicti.

Günther ha evocado así las características del Orden indoepropeo:

“El vasto sentir de los indoeuropeos, esa amplia mirada del hombre predestinado a la libertad espiritual, a la contemplación, a la ‘theorìa’, una mirada potente, que aferra el mundo con las potencias divinas y toda válida acción humana, como la totalidad de un Orden divino: un Orden que encontramos en los Indoarios como ‘Rita’, sobre el que velan Mitra y Varuna (el helénico Uranos), ‘guardianes del Orden’ entre los persas como justicia, salud, orden, entre los Griegos como ‘kòsmos’, entre los Itálicos como ‘ratio’, entre los Germanos como ‘Orlog’ y ‘Midgard’…los Dioses establecieron la medida de cada cosa y los fines de los hombres sobre la tierra dispensadora de vida […]

MITRA SACRIFICA EL TORO

Familia, estirpe, estado, religión y derecho, el curso del año y las celebraciones, las reglas morales y espirituales; el cultivo de los campos y el cuidado de la casa; todo nos lleva a un Orden cósmico y en este orden el hombre vive como miembro de una estirpe que se perpetúa a través del orden de las generaciones que en Grecia se expresa en el culto de Hestia y encuentra expresión en todos los pueblos arios en el culto del fuego del hogar” (Hans F.K. Günther, “Religiosidad Indoeuropea”)

En este orden indoeuropeo colaboran el espíritu del hombre y más altas potencias. La inteligencia humana no es contradicha, sino completada, por la presencia de una inteligencia de la naturaleza y en el universo. De ahí el imperativo que empuja esta racionalidad humana a hacerse acción, unificando en su lucha los motivos del orden humano y divino. El Orden –la medida de las cosas- debe ser arrancado cada día a las fuerzas elementares del caos y de la noche:

“para los Indoeuropeos, y de manera particular para las gentes de Irán, siempre hay una lucha entre una voluntad divina de formación del mundo, de potenciamiento de la vida en todas sus formas, y una voluntad enemiga que promueve la descomposición, la degeneración, la corrupción de todo germen, entre el dios Ahura-Mazda (Orzm-ud), y el anti-dios Angro-Manju (Ahriman). Midgard, el mundo del Orden, se conserva y se renueva mediante la lucha continua y heroica del hombre que, al lado de la divinidad, se bate contra Udgard, contra las potencias hostiles al espíritu divino. Midgard es la más profunda representación figurada de la colaboración de todas las leyes divinas con todo el valor, todo el honor del hombre.”

“Justamente la concepción indoeuropea del ‘rita’, del ‘kòsmos’, de la ‘ratio’, del Midgard, nos muestra que la religiosidad aria era una religiosidad unida al concepto de enriquecimiento de la vida, una religiosidad entre cuyos valores más altos estaban todos los valores ennoblecedores, una religiosidad en virtud de la cual el hombre en cuyo pecho maduraba “la grande alma” deseaba aparecer ante la divinidad como ‘mahatma’ (“grande alma”), como ‘megalopsychos’, con la auténtica, aria ‘magnitudo animi’, como ‘stormenska’ –la fuerte humanidad de les islandeses- y la ‘hochgemuete’ de los caballeros medievales alemanes. Un ‘corazón grande y una amplia mirada’ distinguen, según un dicho frisón, al ario nórdico también en el campo de la religiosidad. (H.F.K. Günther, “Religiosidad Indoeuropea”)

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